OPINIÓN: «Nivel burbuja» por Franco Contreras

OPINIÓN: «Nivel burbuja» por Franco Contreras

Confío que entre vino tinto y empanadas a domicilio durante estas enrarecidas fiestas patrias in-door, sin fonda ni ramada, hayan servido para conversar de aquellos problemas que intentaremos comenzar a resolver en octubre frente a las urnas, ya que el plebiscito configura una oportunidad en este camino.

Desde mi perspectiva, si quisiéramos resumir esos problemas en una sola palabra, esta sería “desigualdad”. De ésto habla en profundidad el libro “The Spirit Level” de Richard Wilkinson y Kate Pickett que recibí como obsequio de parte de unos amigos hace varios años atrás, que desde una perspectiva científica, mediante el análisis de datos, muestra correlaciones entre desigualdad y diversos dolores que experimentamos como sociedad; un best seller que quizás genera reacciones similares a las que afloran luego de leer “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano.

Los autores señalan que entre 1950 y 1960 un Chief Executive Officer (CEO), lo que vendría siendo algo como un director ejecutivo, ganaba entre 25 o 30 veces el sueldo de un trabajador promedio, en el 2007 esa brecha era de 350 veces. La abismante brecha en el ingreso tiene efectos en la sociedad en su conjunto, afectando a ricos y pobres y comprobando que el crecimiento infinito no sólo es inviable por la disponibilidad de recursos limitados, sino también porque no brinda un bienestar infinito. Es espeluznante pensar que la pandemia y crisis institucionales de confianza y económica han intensificado estas inequidades hoy.

De esta manera los autores nos llevan en un viaje que me recordó a Virgilio guiando a Dante, pero en lugar de los círculos del infierno, estaban las líneas de tendencia confirmando q la desigualdad atenta contra la salud, el bienestar de los niños y la confianza. Es impresionante ver que los países más desiguales tienen mayor cantidad de enfermedades mentales, abuso de drogas, obesidad, peores logros educacionales, más homicidios y embarazos adolecentes, se trabaja más horas, etc.

Una de las conclusiones que el texto nos presenta tiene que ver con algo que experimentamos todos los días en países como Chile, pero que por alguna razón no es muy obvio para nuestras autoridades, y es que el menor gasto público en el bienestar de la población, orientado a disminuir las desigualdades, lo gastaremos de todas formas y abultadamente en prisiones y policías, lo que en nuestro país quedó de manifiesto cuando se compara el gasto por persona privada de libertad, respecto de lo que invertimos en educación o los olvidados niños del Servicio Nacional de menores (Sename).

Franco Contreras
21/09/2020

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