OPINIÓN: Viaje sin retorno por Franco Contreras

OPINIÓN: Viaje sin retorno por Franco Contreras

En 1993 quedaba atónito frente a una escalofriante noticia, los hechos acontecidos en Reino Unido (UK) superaban mi capacidad de comprensión y con pavor sentí que la maldad podía alojarse en angelicales rostros infantiles, esperando la oportunidad para dejar su estado de latencia y devorar la inocencia. Dos niños de 10 años secuestraron, torturaron y asesinaron a un niño de 2 años (James Bulger), de la manera más horrible que puedan imaginar.

No había escuchado una noticia similar desde ese entonces, hasta que hace algunos días se conoció el asesinato de una niña de 5 años por otro niño de 12 en la provincia de Los Andes. ¿Qué genera este tipo de comportamiento?, muchos ni siquiera se lo cuestionarán y exigirán condenas ejemplares, algo completamente comprensible. Si bien, tampoco me gusta la idea de que los niños y niñas en un colegio o jardín convivan con otros coetáneos asesinos, y mi instinto de supervivencia me indica que es un riesgo que compartan los mismos espacios, ¿se resuelve así el problema?.

Quizás esos pequeños criminales no podrán nunca recomponerse como seres humanos que respeten la vida, pero podemos evitar o mitigar la producción de otros. Hace poco más de un mes en otra columna de opinión que titulé “Nivel Burbuja”, escribí en relación a las conclusiones de Richard Wilkinson y Kate Pickett en su libro “The Spirit Level”, en el que nos muestran una clara relación entre la brecha en el ingreso y el aumento de la violencia, además de los nefastos efectos en niños y adolescentes. Por lo tanto, podríamos partir con mejorar la distribución del ingreso y el bienestar de las personas. Lo que tienen en común UK y Chile es principalmente la gran desigualdad en el ingreso, un cáncer que hemos decidido padecer eligiendo presidentes, parlamentarios y otras autoridades que reflejan nuestras propias miserias.

Otro de los detalles del caso de los niños asesinos del Reino Unido, es que mientras éstos caminaban a plena luz del día con un niño llorando con hematomas, fueron vistos por mas de 30 personas y nadie asumió un rol de adulto responsable, confirmando, desde mi perspectiva, que la desidia y el individualismo también podrían ser vistos como cómplices de un asesinato o una masacre.

El niño asesino hoy es un paria, nadie lo quiere y quizás nadie lo quiso, está en un viaje del que es muy difícil retornar. Esto es una emergencia que no podemos ignorar, debemos contribuir a la formación de nuestros hijos e hijas, en lo posible con presencia presente. Lo que sucedió en la cordillera de Los Andes es un Chernobil social con un radio de contaminación gigantesco e invisible.

No conocí a la pequeña víctima, pero deseo que sus juegos y sonrisas se anclen para siempre en el firmamento y acompañen como el aire y la luz a su familia.

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