Hay viajes que no buscan la prisa, sino el arte de recorrer despacio, permitiendo que cada parada revele su propia historia. A lo largo de la región de La Araucanía, un pequeño itinerario de lagos próximos a Pucón ofrece esa experiencia única de movernos casi al ritmo de las nubes y de las aguas.
Sin prometer grandes aventuras extremas ni postales saturadas de visitantes, esta ruta invita a algo mucho más valioso: reencontrarse con el tiempo, con el paisaje y, sobre todo, con una manera distinta de viajar, donde la pausa se convierte en la verdadera protagonista.
Entre caminos de tierra y encuentros inesperados
La verdadera riqueza de esta ruta no se mide en kilómetros ni en número de atracciones visitadas. Cada curva del camino puede deparar un encuentro inesperado: un mirador improvisado, un grupo de caballos pastando bajo un alerce centenario, un café escondido atendido por una familia que comparte relatos de la zona.
Quizá por eso, muchos de los viajeros que llegan a la región en busca de nuevas aventuras optan por planificar su escapada sumando a su itinerario una combinación de naturaleza, cultura y descanso.
Si estás buscando vuelos a Pucón, tienes que saber que actualmente el aeropuerto de la ciudad no está completamente operativo para vuelos comerciales regulares. Por eso, la opción más común es volar al Aeropuerto La Araucanía, en Temuco, ubicado a unos 100 kilómetros de distancia. Desde allí, es posible continuar el trayecto con facilidad gracias a servicios como transfers, taxis o buses interurbanos.
Qué ver en los alrededores de Pucón
De Pucón hacia los reflejos del lago Villarrica

El primer espejo de agua que emerge apenas dejamos atrás las calles vibrantes de Pucón es el lago Villarrica. Su superficie amplia y serena, a menudo custodiada por la figura imponente del volcán que lleva el mismo nombre, crea una de esas combinaciones de paisaje que difícilmente se olvidan.
Al borde del lago, playas de arena negra volcánica ofrecen espacios para quienes desean sentarse a contemplar el vaivén del agua o animarse a alguna actividad acuática. Pero más allá del clásico paseo costero, lo que suele atrapar a los visitantes es esa sensación de calma inmensa que se instala frente a la inmensidad del horizonte acuoso.
Los pequeños embarcaderos, las casas de madera que parecen abrazar la orilla y los atardeceres teñidos de tonos cálidos son solo algunas de las imágenes que acompañan a quienes deciden quedarse un rato más.
Camino a Caburgua entre bosques y senderos escondidos
Siguiendo un trayecto que serpentea entre bosques nativos, pequeñas aldeas y plantaciones de aromáticos arrayanes, se llega al segundo lago de la ruta: el lago Caburgua. A diferencia del Villarrica, su atmósfera es aún más apacible, menos intervenida, como si custodiara un secreto que solo algunos viajeros saben encontrar.
Las aguas turquesas y templadas de Caburgua son célebres en la región, pero el verdadero encanto radica en explorar sus rincones menos concurridos. Algunos caminos de tierra conducen a playas escondidas donde el murmullo del viento es el único sonido que acompaña al visitante.
Aquí, es común ver familias compartiendo picnics improvisados, parejas caminando descalzas sobre la arena fina o simplemente viajeros solitarios que buscan registrar, a través de su lente o su memoria, una imagen que se quede para siempre.
El encanto recóndito de la laguna Tinquilco

Más allá de los grandes lagos que atraen a la mayoría de los turistas, existe un rincón que guarda una belleza mucho más íntima: la laguna Tinquilco. Inserta dentro del Parque Nacional Huerquehue, esta pequeña laguna parece suspendida en un paisaje de ensueño, rodeada de bosques de coigües, raulíes y araucarias que se reflejan en sus aguas quietas.
Llegar hasta aquí implica una caminata corta pero intensa, donde cada paso sumerge al visitante en un ambiente de humedad, aromas de tierra mojada y el rumor constante de pequeños arroyos. Y aunque el trayecto pueda exigir un poco más de esfuerzo que otros puntos de la ruta, la recompensa al llegar es inmediata: la laguna, con su espejo perfecto y sus orillas cubiertas de musgo, parece invitar a sentarse en silencio y simplemente estar.
Una invitación a viajar sin prisas
En tiempos donde la rapidez suele marcar el ritmo de la vida diaria, este circuito de lagos propone un retorno necesario a la lentitud, a la contemplación, al disfrute sereno. Más que una simple sucesión de destinos, es un trayecto que invita a reencontrarse con la naturaleza en su estado más puro y, quizá también, con uno mismo.
Cada lago, cada sendero, cada rincón escondido entre los árboles, guarda una historia distinta esperando ser descubierta. El viaje, en este caso, no se mide en destinos alcanzados, sino en momentos vividos.