Con gran recogimiento y profunda emoción, la comunidad diocesana de San Felipe despidió al querido Padre Hernán “Nano” Acuña Garrido, fallecido el pasado 18 de septiembre. Durante los días de velatorio en la Catedral de San Felipe, cientos de fieles llegaron para acompañarlo en oración y agradecer por su vida y ministerio.
El sábado 20, la Misa de Exequias se celebró en un templo completamente repleto, con la presencia de comunidades que el sacerdote acompañó a lo largo de su trayectoria pastoral. En su homilía, el Obispo Gonzalo Bravo destacó la humildad y cercanía que lo caracterizaron, señalando que “el Padre Nano murió en la paz de Dios, en su casa, con la certeza de que no hay muerte, sino vida eterna”. Sus palabras invitaron a agradecer la entrega de un sacerdote que supo guiar y animar en el camino de la fe.
La ceremonia estuvo marcada por la emotividad. Su familia expresó gratitud a todos quienes lo acompañaron en su velorio, misa y últimos momentos, recordándolo como un hombre que siempre buscó unir. Su sobrina lo evocó como un sacerdote de acogida fraterna, con paz interior y exterior que transmitía a todos.
El Movimiento Alpha, del cual fue un ferviente impulsor, también agradeció su testimonio y se comprometió a continuar con la misión evangelizadora que tanto motivó al Padre Nano.
El último adiós se vivió en el Cementerio Parque Almendral de San Felipe, donde familiares, amigos y comunidades de Santa Rosa, San Rafael, Curimón y Alpha lo despidieron entre oraciones, aplausos y lágrimas. Allí se valoró no solo su labor pastoral, sino también el cariño de quienes lo acompañaron en sus últimos días, en sus traslados y atenciones médicas, testimonio de la huella profunda que dejó en la Iglesia y en la comunidad.
La diócesis agradeció a Dios por su vida y ministerio, confiando en que ya goza de la plenitud de la vida eterna junto al Señor resucitado.