Por Cristian Videla Santander – Psicólogo Escuela General José Miguel Carrera
Quisiera comenzar esta columna presentando un escenario difícil y complejo de abordar en muchas de las escuelas de nuestro gran Valle de Aconcagua.
Es el espacio de la convivencia escolar y particularmente me refiero al lamentable aumento de la agresión, la violencia y los insultos como forma de socializar de muchos niños y adolescentes en nuestros colegios.
Cuando pensaba en esto surge en mí la siguiente inquietud e interrogante respecto a la pregunta ¿Y que podemos hacer frente a esta forma de conducta y comportamiento, si a veces tenemos la sensación de que ya lo hemos intentado casi todo?
Los especialistas nos dicen y llevan años hablando de la convivencia escolar, de la familia como punto de origen de las problemáticas de sus hijos, de la estructura social, desigual y la pobreza, además de la hostilidad, exaltación, intranquilidad y discordia entre las personas.
¿Pero por donde esta el camino del cambio entonces?
Creo que esto puede ser aun más simple dentro de lo complejo.
Creo que hemos olvidado trabajar desde la “esencia” de lo humano, de la recuperación de la afectividad como clave del cambio.
Parece que estamos más preocupados del sensacionalismo del tema y no hemos visto que frente a nosotros esta una de las claves: el cambio de paradigma, de actitud mental y la manera de ver las cosas.
En este contexto se nos presenta la educación para la paz y los valores.
La educación para la paz lleva implícitos valores como la justicia, la democracia, la solidaridad, tolerancia, convivencia, respeto, cooperación, autonomía, racionalidad y por sobre todo amor a la verdad.
El camino a mi parecer debiese ser el de la afectividad como motor de nuestro trabajo, de convicción y vocación.
En un segundo momento creo que debemos recuperar nuestra esencia de bondad, y que debemos moralmente intentar sanar el daño social de nuestros niños y sus historias fracturadas de vida.
Hacia ya creo que va el horizonte, hacia el rescate de la formación humana, de la recuperación de los espacios de convivencia social en el respeto y por sobre todo de mucho valor y fuerza, porque mas difícil aun es luchar por este ideario, pues las dificultades estarán siempre, pero no tengo dudas que llega en su momento gratificación y el re – encantamiento de que es posible caminar por este sendero “del amor y la educación del prójimo”.
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