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La arquitectura bien entendida, comprometida con la calidad y lejana del adorno y del sin sentido, y el feng shui comprendido como aquella corriente derivada del taoismo (energías opuestas y complementarias, ying y yang) que se equilibran para el bien y la armonía de todo aquello que rodea al ser humano, desde objetos hasta edificios, desde el jardín de la casa, hasta un rascacielos, creo que comparten una misma esencia cuando su búsqueda es el bienestar del habitante en su entorno.
El feng shui busca el flujo correcto del “Chi” o “Qi” energía del universo en constante movimiento, la armonía nace de la relación entre obra y contexto o entre objetos y espacio, basada en una acción reciproca de dar y recibir, creo que la arquitectura además de esto busca ser funcional, por lo tanto deduzco que dentro de la arquitectura esta el concepto feng shui arraigado en su búsqueda de la belleza y las emociones, ya que una construcción no busca solo ser racional o funcional sino también llegar en el mejor de los casos a transmitir emoción, cierto mensaje.
Existe una frase de ludwig van beethoven que dice:
“La arquitectura es una música de piedras y la música, una arquitectura de sonidos”
Feng shui apunta directamente a los sentidos al sonido de la materia en el espacio al orden y para esto es fundamental el manejo del sentido común, un sentido lamentablemente poco común, conectarse con la experiencia innata del hombre, algo que existe entre la razón y el corazón como un primer argumento para la creación.
Pienso que mientras más nos alejemos de esto más perdemos el sentido del bien de las obras en general.
Me atrevo a decir que existen edificios construidos en base a las leyes del feng shui que no funcionan bien y que tienen una pobre relación con su entorno, se quedan en sí, tal vez dentro de ellos fluye mucho el “chi”, pero solo hasta su perímetro, mi invitación es a abrir ese límite para lograr lo que todos queremos, hacer de nuestro entorno un hermoso lugar para vivir la vida.
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